jueves, 27 de marzo de 2014

Carta de un opositor

En el blog de Semana al revés ( http://lasemanaalreves.blogspot.com.es/) leí esta carta del año 2008 de D. José Torné D. J. Me apetecía compartirla y tenerla aquí para mis momentos. Gracias a ambos!



CREÍAS que nadie se iba a acordar de tí en verano y menos acercarse a tu soledad. Pues no: conozco de tu esfuerzo, de tu sacrificio, de tus renuncias, de tus ilusiones y tus temores. Casi nadie conoce la dificultad del camino que has emprendido. Yo sí. A veces te preguntas cómo es posible que amigos o incluso tu propia familia no te entiendan o no te comprendan. Incluso que no te ayuden, que de todo hay, lo sé. Hoy en día ni la sociedad ni, desgraciadamente, muchas familias amparan y animan a sus miembros que opositan. Si la tuya te responde, no sabes la suerte que tienes. Muchos allegados tuyos creen favorecerte con un 'para qué quieres complicarte la vida'. Otros, claramente más necios, piensan sin pudor que 'estás perdiendo el tiempo', como la letra del bolero. Tú y yo sabemos que no es así. Que se equivocan. 'El que algo quiere, algo le cuesta', dice el refrán popular. La meta -ser funcionario de carrera- bien merece tantos sinsabores, tantos sacrificios. Si estás dispuesto a conseguirlo, lo lograrás. Eso es lo que te llevará al éxito: la fe. Cree en tí y en tu preparador, a quien un día tanto le deberás. Persevera. Piensa que todo trabajo obtiene su recompensa, su fruto. Cuando un opositor es tal, y ha estudiado horas y horas, adquiere tal volumen de conocimientos, rezuma por todos sus poros tal preparación que el Tribunal lo detecta y, en lógica consecuencia, lo premia y selecciona. Por ello, tú debes hacer bien tu trabajo: ni un día sin estudiar -salvo el descanso-, ningún tema en blanco, ningún plan de trabajo incumplido. Que no quede por tí.
Por otra parte, ante lo árido de la tarea, te consolará asumir que sólo la oposición, cuando se han diseñado unas bases racionales y se nombra un jurado objetivo, es el mejor medio de selección de aspirantes para trabajar en las Administraciones Públicas. Es el procedimiento que mejor garantiza el mérito y la capacidad del candidato. Diríamos que es un mal menor. Tan arraigado está en la sociedad española el arte de opositar que en mi tiempo se decía, con razón y buen humor, que era, tras la de los toros, la segunda fiesta nacional. No te sientas sólo ante la oposición, por tanto. No eres el primero. Ni, probablemente, serás el último. Cuando tú apruebes, observarás que los boletines oficiales continúan convocando pruebas para ingreso en la función pública, y tú ya estarás ingresado, afortunadamente. Todo lo malo se te olvidará, como a mí haber hecho el servicio militar obligatorio. Que te reconforte saber que todos los días están ingresando compañeros de 'fatigas', y que tu nombre lo veremos pronto en la lista de nombramientos. Es lo lógico, si se ponen los medios: trabajo, ilusión y voluntad. La voluntad es lo más importante. Si me preguntaran a quién prefiero para preparar oposiciones, si a un postgraduado de brillante inteligencia o a un joven voluntarioso y constante, está claro que escogería a este último, porque llegará a la meta, y padecerá menos desequilibrios e inestabilidades a lo largo de la preparación. No es la inteligencia sólo la que hace triunfar al opositor. Es más la fuerza de voluntad y la constancia en conseguir lo propuesto. El opositor no nace, se hace. En definitiva, preparar una oposición es un trabajo profesional que depende de tí mismo, y sólo de tí. Tú eres tu propia empresa. Eres autónomo. Si vas bien, todo lo bueno para tí. Si vas mal, todo lo peor recaerá sobre tus intereses. Elige tú, a ver qué te conviene.

POR tanto, preparar oposiciones es una salida digna y muy conveniente para el graduado que no espera heredar una gran fortuna ni lo cifra todo en un incierto porvenir. Te permite conseguir empleo público estable -¿te has percatado? ¿Estable!- en régimen de igualdad con cualquiera, sin acepción de personas, clase ni origen social. Es lo más libre y dignificante que hay. Cualquiera puede llegar a donde quiera sólo con su esfuerzo personal, que no es poco. Pregúntaselo a quien haya triunfado ya: si ahora se cambia por otro y si ha merecido la pena. De ahí la gran responsabilidad de consagrarte en la consecución del éxito, o en hundirte en la miseria de tu fracaso, generalmente por tu única culpa.

TIENES razón, por otra parte, si piensas que sólo de ti no depende el triunfo. En efecto, la Administración seleccionadora tiene mucho que ver y decir en el proceso selectivo. Por eso le voy a pedir en tu nombre y en el de todos tus colegas que ahora os afanais en tan dura Olimpiada, que os tenga el máximo respeto. La Administración respeta al opositor cuando redacta unas bases racionales, sobre materia apropiada, con tiempos suficientes, con programas ajustados, con jurados imparciales, cuando no demora las convocatorias, cuando informa fehacientemente y huye del secretismo, y cuando, por último, resuelve con claridad y justicia las reclamaciones de los aspirantes. En definitiva, respeta y considera cuando escucha al ciudadano-opositor y le reconoce derechos que, escandalosamente, todavía no constan escritos en ninguna carta administrativa de servicios ni en norma específica. Apenas vagas normas figurantes en las bases, tradicionalmente redactadas consagrando la secular superioridad de la Administración. No es justo. La Administración-empleadora respetaría a la persona que es el opositor, con derechos por tanto, cuando atribuye al órgano convocante o al seleccionador la competencia de atenderle cualificadamente. Hoy, que tantos organismos y órganos especializados se crean (Juzgados, Fiscalías, Agencias, Servicios de Atención, etc.), no resultaría disparatado ni superfluo que la Administración-empleadora dedicara una unidad administrativa a atenderos ante la selva de problemas, ante la desinformación generalizada en el largo y proceloso 'iter' selectivo. No aliento la creación de cargos, pero una oficina o un defensor del opositor hace falta. Prestaría un servicio inestimable a los opositores. O la constitución de un sindicato, si se prefiere, que no es idea descabellada, aunque sí más compleja. Mientras no sea así, paradójica e hirientemente, la Administración de este estado de derecho está ignorando y avasallando a un débil, desprotegido y sufrido colectivo de ciudadanos que se están formando para ser sus futuros servidores. Estoy de acuerdo contigo, pues, en tus legítimas reivindicaciones. Pero tú pon de tu parte. Trabaja. En este sentido, y no es falsa adulación, se me ocurre que al igual que en muchas ciudades existe el 'monumento al soldado desconocido', también debería existir, como homenaje a vuestro tesón, sacrificio y valía, el 'monumento al opositor desconocido', porque dais lo mejor de vosotros mismos: vuestra juventud, vuestros anhelos, vuestros sueños, vuestros sacrificios, no siendo menor la soledad y la incomprensión que os circunda y que, en ésta desangelada sociedad, padecéis, como ya he denunciado. Finalmente, querido amigo, quédate con éste pensamiento de Lerberghe: «Todo trabajo lleva en sí su misteriosa recompensa». Ánimo, adelante y a por ella. Sin embargo, como nos hemos puesto demasiado trascendentes, quisiera dejarte con una sonrisa debida a Noel Clarasó: «Todas las profesiones son envidiables; lo único pesado es ejercerlas». Espero haberte complacido. Hasta pronto."

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