Esta frase, "más vale llorar de niño, que de viejo", me decía un señor que era como mi abuelo.
Lo que viene a decir con ella, es que más vale esforzarse y sacrificar algunas cosas de joven por conseguir un buen futuro, que disfrutar abundantemente los años de juventud y luego llegados a una edad, lamentarse.
Muchas veces me acuerdo de ella en estos días, me da fuerza a seguir en mi tarea, muchas veces ardua y difícil.
Hay muchas tentaciones de todo tipo que te pueden distraer y llevarte por otro camino, como pueden ser trabajos con los que ganarte un dinerito, realizar algún curso que te pueda brindar con suerte alguna oportunidad o tener más vida social, o simplemente tenerla. Estoy convencida de que el esfuerzo merece la pena, ya que si no creas tu futuro, nadie vendrá a hacerlo por ti. Las cosas atractivas a veces son como la manzana de Eva, que es mejor olvidarse de ella o serás expulsado del paraíso... o lo que es en este caso, por entretenerte aquí y allá, no llegaras a tu meta mientras saludas al público.
A veces tenemos circunstancias personales de toda índole (enfermedades, familiares u otros inconvenientes) que nos obstaculizan en nuestro camino, pero debemos ser fuertes y no decaer... y mucho menos cuando se trata de banalidades. Más si la plaza a la que aspiras es tu vocación, aquello que sabes te hará feliz y sentirás completo cada día de tu vida por la labor que realizas, sigue a ello sin dudarlo.
Una de las cosas que me motiva a mi, además de la cuestión de estabilidad como es obvio, es la de ser docente y ayudar a futuras generaciones a pensar por si mismas, a que conozcan y comprenden su entorno y sepan desarrollar un pensamiento crítico. Me da igual que mis futuros alumnos sean de izquierdas o de derechas, liberales o conservadores, religiosos o ateos, mientras tengan claras las opciones y se posición conforme a lo que ellos realmente piensan. Que sean justos, sin prejuicios y con capacidad de empatía.
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